jueves, octubre 3

¿Por qué dejamos las cosas importantes en manos de desconocidos? | El laboratorio de felicidad

“Este médico nuevo que nos han recomendado se nota que sabe. ¡Qué tranquilo me ha dejado! Vamos a hacer lo que nos dice”, comentas a tu pareja al salir de la consulta. Dejas tu teléfono en manos de un informático: “No he entendido nada de lo que ha dicho sobre lo que puede pasarle al móvil. Señal de que sabe. Yo se lo dejo y ya verás cómo me lo devuelve arreglado”. Dos situaciones cotidianas en las que depositamos toda nuestra confianza en desconocidos. Hasta el punto de dejar en sus manos algo tan importante como nuestra salud o nuestro dispositivo más preciado.

¿Cómo es posible que alguien a quien acabamos de conocer pueda despertarnos tanta credibilidad? La razón hay que buscarla en nuestra propia historia como animal de manada, que se agrupa en tribus. La tecnología puede haber evolucionado durante miles de años, desde las cavernas hasta la actualidad, pero las estructuras sociales, formas de relacionarnos y pensamientos primitivos siguen presentes en nuestra mente, según afirmaba el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss.

En los casos anteriores hemos ido a ver al chamán de la tribu. Al mago. Nos convencemos de que estamos ante una dificultad para la que no contamos con recursos. Que nos falta un saber más allá del que tenemos para poder seguir avanzando con nuestra historia individual. Por eso recurrimos a una persona que, para nosotros, tiene un saber arcano, extraño, ajeno. Ese mago nos va a dar la receta, la solución para seguir con nuestra vida.

La clave de la confianza que nos genera inconscientemente está simbolizando el arquetipo del mago. Por eso hay médicos, consultores o informáticos de los que nos fiamos más y otros de los que nos fiamos menos. Si encarnan en su manera de comunicarse y en su forma de relacionarse con nosotros ese arquetipo primigenio que está en nuestro subconsciente tribal, le otorgaremos toda la credibilidad. Pero no solo hay magos. Hay mensajeros, héroes, trileros, guardianes, madres…

Los arquetipos fueron intuidos y formulados por el psiquiatra suizo Carl Jung a mediados del siglo pasado, pero fue el antropólogo estadounidense Joseph Campbell, en su estudio de mitología y religiones comparadas, el que cristalizó los arquetipos de Jung en unos personajes que se repetían en todas las culturas y religiones. Los describió en su libro El viaje del héroe.

Reproducir esos patrones con claridad en la misma situación y ante el mismo auditorio permite que dicho público nos otorgue todas las cualidades de nuestro arquetipo, que se activen esos patrones de pensamiento primitivo. Por eso confiamos en lo que nos dice el médico-mago o el informático-mago, aunque no entendamos una sola palabra. En el momento en el que se está comunicando con nosotros, nuestro inconsciente primitivo se encuentra con el chamán de la tribu y, a través de él, con un conocimiento arcano que escapa a nuestra comprensión, pero cuya aplicación, sabemos, va a arreglar aquello que está mal.

La comunicación basada en arquetipos, comunicar como nuestro arquetipo, también se aprende, como he podido comprobar desde 2005. Es un proceso de liberación y desarrollo del talento que consiste en traer esos patrones a lo consciente y descubrirlos. Reconocer las situaciones en las que demandamos cada uno de ellos y aprender a encarnarlos. Identificar cuál o cuáles son los arquetipos desde los que cada persona puede comunicar mejor y convencer a su público.

Alberto García-Casillas es desarrollador de la comunicación basada en arquetipos.

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